Edición y Subtitulado de Clips sobre Politica para el Mundo HISPANO. Unipersonal.
Nosotros los occidentales y la fuerza del número.
“Los Occidentales representamos aproximadamente un 15-20% de la población mundial y aprox un 24% del PIB. El “nuevo orden” que se nos viene no comparte los mismos valores occidentales, y para mejor, tenemos dentro todo un movimiento que se siente aliado de todo aquello que este en contra de occidente como tal, de su historia, de lo que representa y obviamente de sus valores.
Progresistas y feministas siendo aliados y defensores de islamistas, buenistas defendiendo las fronteras abiertas y la incentivación al trafico de personas, medios deseosos de reescribir la historia y culpar al hombre-blanco-hetero de todo lo malo ignorando todo lo bueno y todo el proceso civilizatorio.
Universidades que actuan como un rodillo de pensamiento unico, correcto y bienpensante que abrazan la politica identitaria racial o sexual, y que en el proceso se llevan por delante la libertad de expresión, la individualidad, la libertad individual, todo en una supuesta defensa de las “minorias oprimidas.”
La mayor parte de las demás culturas promueven otros valores, con una tendencia hacia el colectivismo, de manera que los individuos se identifican más fuertemente con la familia, la tribu, el clan y el grupo étnico, y consideran el nepotismo como un deber natural, piensan de manera más relacional y holística, asumen como propia la responsabilidad de lo que hace su grupo y sienten sobre todo vergüenza, en vez de culpa, cuando su comportamiento se aleja de los dictados de la tradición.
Por otro lado, la lucha cultural anti-occidental, alentada y subvencionada por los propios conductores del proceso de globalización, no ha tenido como resultado el fortalecimiento del Estado laico (supuestamente destinado a constituir el modelo del Estado mundial), sino su debilitamiento. en beneficio de la invasión islámica.
Cuanto más se apartan las sociedades occidentales de los principios de la civilización judeocristiana, más incapaces de defender su identidad frente al acoso de la “otredad” islámica. No solo las naciones están debilitadas, sino que el propio Estado mundial, que surge de los escombros de las identidades nacionales y las tradiciones religiosas, nace privado de principios y valores capaces de resistir la marea creciente del Islam globalizado.
Los ejemplos sobre la “excepcionalidad cultural occidental” son abundantes, uno de ellos es la idea de que el amor romántico es la base del matrimonio, idea apenas sustentada por la mayoría de los no-occidentales, para quienes el matrimonio debe preceder al amor. Otro es la particularidad del pensamiento analítico occidental frente al razonamiento holítistico de la mayoría del resto de los pueblos del mundo.
A finales del siglo VI el Papa Gregorio I quiso reordenar el marco legal del matrimonio cristiano de acuerdo a un nuevo conjunto de normas que impedian el matrimonio entre primos, el divorcio, y la poligamia. Ese proceso de reformas en la Iglesia Católica debilitó las alianzas por parentesco e introdujo cambios en la dinámica social.
Esos cambios experimentaron un notable impulso a partir del siglo XVI debido a factores como la fe protestante, que intensificó el individualismo y promovió la alfabetización como medio de acceso a las Sagradas Escrituras. Se desarrollaron las ciudades, el método científico, y como resultado la génesis de la más próspera civilización sobre el planeta.
La civilización occidental ha alumbrado una psicología extraña en una sociedad poblada por instituciones y reglas no menos singulares: democracia, principios de justicia universal, mercados, ciencia, ciudades cosmopolitas, cultos religiosos que intensifican la dimensión individual de la religiosidad, etc. Los individuos son el producto y, al mismo tiempo, el sostén de esa cultura concreta.
El aprendizaje cultural reconfigura físicamente nuestros cerebros y, por lo tanto, modula nuestra manera de pensar y actuar. Las personas alteran su comportamiento para llevarse bien con los demás. Es algo que cualquiera que haya viajado o vivido en, digamos, la India, Japón o el Medio Oriente, ya sabe.
Las distintas corrientes de la derecha (liberal, conservadora, religiosa, patriota) podrian colaborar en una estrategia unificada en lugar de boicotearse entre sí. Convertirse en un ejército organizado en defensa de la civilización occidental, sin abandonar en nada de sus diferencias específicas.
La tensión entre la independencia individual y la participación en una comunidad de inteligencias afines es una de las características más constantes de la historia occidental. Precisamente por eso, lo más vigoroso de la literatura norteamericana de las últimas décadas proviene de tipos marginales y extravagantes, como John Kennedy Toole o Hubert Selby Junior. Y Thomas Pynchon salvó su talento al escapar de la carrera académica para la que todo parecía destinado a él.-“